Una jornada militante de reclamos políticos para defender derechos de los trabajadores

Fue una reunión militante. Porque cuando la derecha antiderechos avanza hay que militar para defender lo conseguido. La Plaza Vera se llenó de gente común, de dirigentes y de bullicio de los redoblantes y los bombos, esos instrumentos que identifican las pasiones populares de los correntinos, el fútbol, el carnaval y también la necesidad de defender derechos.
Hubo testimonios y discursos políticos, porque en estos tiempos de relativismo moral son importantes los testimonios y el pensamiento político.
Había dirigentes sociales, esos actores políticos que nacieron al fragor de las batallas contra el ajuste neoliberal del menemismo, que consiguió lo que ni la atroz dictadura homicida pudo conseguir, fracturar la sociedad en tantos pedazos que cuesta reconocer a la Argentina del bienestar desde entonces.
No es casualidad que las dos primeras personas en ponerle el cuerpo y la voz a la protesta sean mujeres como Soledad Franco de UTEP Somos Barrios de Pie, y Pocha Correa del Centro de Jubilados de ATE, parte de la CTA Corrientes, después vinieron los gremialistas, Fernando Ramírez de SUTECO, docente y titular de la CTA y Guido Tello, de ATSA y presidente de la CGT regional Corrientes.
A Soledad no le tienen que contar como pega y porqué duele tanto el ajuste salvaje de las políticas neoliberales. Representa a los trabajadores desocupados que buscan en la organización dar “asistencia y contención” a las familias que, el achique que justifica el superávit ficticio que relata Javier Milei, tira por la borda de un modelo que solo le reconoce el derecho a la libertad a los dueños del gran capital.
A Pocha tampoco. Trabajó toda su vida y ahora debe conformarse con un salario que no alcanza para cubrir sus necesidades básica, mucho menos los de la familia, pero el mal gobierno que, hace dos años, prometía que el salario en dólares iba a volar, ahora promete convertirnos en una potencia como Alemania dentro de 40 años y para eso cree necesario dejar sin derechos a la clase trabajadora, se olvida que en Alemania la Jornada laboral promedio es de seis horas, con sectores industriales que solo laboran 4 horas diarias y ni siquiera al nieto de militantes nazis que ahora encabeza el gobierno se le ocurre proponer derogar esos derechos.
Ahí estaban grupos de camioneros, trabajadores de Vialidad Nacional, estatales, periodistas y gente de trabajo informal como malloneros, ladrilleros y cultivadores de las huertas periurbana que intentan parar la olla con trabajos ancestrales y les cuesta entender que la promocionada y mal llamada “modernización laboral” pueda, alguna vez darle una mejora.
Soledad contó que “todos los días son más las familias que se acercan a los comedores que sostenemos con donaciones y plata de nuestro bolsillo”.
Pocha narró las peripecias que hace un jubilado para llegar al 15 y poder tener acceso a los medicamentos que le puedan mejorar el tramo final de su vida.
Ambas son mujeres que cuidaron a su familia, que en otros tiempos soñaban un futuro de bienestar hoy puesto en jaque para sus hijos y nietos, porque saben que si la ley pasa el filtro del Congreso esos pibes no van a tener derecho a un salario digno.
Los gremialistas son mas estructurados y ofrecen una charla mas política, que también es necesaria porque son decisiones políticas las que se tienen frenar, la decisión política de un presidente que cree que eliminando derechos sus amigos capitalistas lo van a felicitar y, cuando deje la Casa Rosada lo van a premiar con un ascenso en el escalafón de los fondos buitres y especuladores que son los únicos que se benefician con sus políticas de ajuste.
Hubo una postergación, ante el fracaso de colar la motosierra para las universidades, la salud pública y la asistencia a los discapacitados en el capítulo XI de la ley de presupuesto, la mayoría opositora del Senado logró frenar el tratamiento exprés de una ley laboral que es copia fiel del Decreto 9 que firmó el asesino serial Jorge Rafael Videla en 1976 y la legislación propuesta por la Comisión de Asesoramiento Legislativo que, a punta de fusil, derogó los derechos laborales y sindicales en esos tiempos.
Una aclaración necesaria, entre tanta mentira que usan para que los trabajadores acepten una ley que nos va a llevar a una servidumbre feudal está la que dice que quieren terminar con los privilegios de los sindicalistas. Si realmente querían terminar con los privilegios, con modificar un par de artículos de la Ley de Asociaciones Sindicales como lo intentó el padre de la democracia, Raúl Alfonsín, alcanzaba.
Hay celebrar el regreso a las calles de las organizaciones sociales, sindicales y gente común como Soledad y Pocha, porque los derechos se defienden en la calle, como lo hacen ahora los agricultores europeos que ven amenazados los suyos en distintos países del viejo continente.